Nunca me gustó esa definición, y menos aún, cuando al profundizar en la vida y obra de estos escritores, te vas dando cuenta que tal vez estuvieran más cuerdos, y menos malditos, que muchos que presumen de lúcida cordura. ¿Malditos, por qué? Porque escribían bajo los efectos del alcohol o de otras drogas, unas tomadas por simple placer, y otras para mitigar los dolores de las enfermedades que algunos de ellos padecían. ¿O porque, sus diferentes patologías mentales, eterno tabú en su tiempo, e incluso ahora, en muy diversos aspectos de la sociedad; les llevaron o les llevan a escribir desde un submundo, al que sólo se llega a través de los motivos antes citados? Sea como fuere, las mejores obras de estos “malditos” están escritas en la mayoría de las veces, desde ese submundo, y fueron, son y seguirán siendo joyas imperecederas de la literatura, cada una de ellas enmarcada en su diferente estilo literario. Para Baudelaire, -Las flores del mal-, para Poe, su oscuro poemario –El Cuervo- o relatos cómo –La caída de la casa Huser-, -Berenice- o –Annabel Lee- poema escrito tras la muerte de su esposa, durante la que fue, su última y más dolorosa etapa.
Los textos de Maupassant, no dejan indiferente a la lucidez del lector, que puede apreciar perfectamente la obsesión, la locura, la monomanía. Textos, en el fondo de una riqueza literaria impresionante, retratando las miserias humanas con una precisión digna de alabanza. Dicen que, en mayor o menor grado, la obra de un autor, siempre está condicionada por las obsesiones de éste. En Lovecraf, sus fobias y complejos, le llevaron a crear una obra, que supera con creces, a la que se pueda escribir, bajo los efectos de cualquier alucinógeno. –El Marqués de Sade-, incluso su médico particular –John Polidori, -Bokowski, Sam Shepar, Rimbau; y una extensa lista, son catalogados o etiquetados como “malditos”.
Por supuesto, la mujer no se visto excluida de esta, para mi…errónea catalogación. , Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik Ann Radclyffe, Mary Wollstonecraft Shelley, Flannery O’Connor; y la frágil y dulce Virginia Woolf; mi escritora preferida. Una mujer capaz, de hacerte sentir, percibir, tocar, oler…todo aquello que va describiendo. “La marca en la pared”, un relato escrito y publicado en julio de 1917, es uno de mis predilectos.
Ninguno de estos autores o autoras, me parecen ni malditos, ni locos, por lo menos en su forma de expresar, de definir. En unos he profundizado más, en otros estoy en ello, pero cuando vas conociéndolos, te das cuentas, que en el fondo, tal vez desde ese submundo, desde esa otra dimensión en la que sus mentes vivían y se expresaban, sea el motivo por el que hoy, los que leemos sus obras, podamos disfrutar de tanta y tan buena literatura.
Los textos de Maupassant, no dejan indiferente a la lucidez del lector, que puede apreciar perfectamente la obsesión, la locura, la monomanía. Textos, en el fondo de una riqueza literaria impresionante, retratando las miserias humanas con una precisión digna de alabanza. Dicen que, en mayor o menor grado, la obra de un autor, siempre está condicionada por las obsesiones de éste. En Lovecraf, sus fobias y complejos, le llevaron a crear una obra, que supera con creces, a la que se pueda escribir, bajo los efectos de cualquier alucinógeno. –El Marqués de Sade-, incluso su médico particular –John Polidori, -Bokowski, Sam Shepar, Rimbau; y una extensa lista, son catalogados o etiquetados como “malditos”.
Por supuesto, la mujer no se visto excluida de esta, para mi…errónea catalogación. , Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik Ann Radclyffe, Mary Wollstonecraft Shelley, Flannery O’Connor; y la frágil y dulce Virginia Woolf; mi escritora preferida. Una mujer capaz, de hacerte sentir, percibir, tocar, oler…todo aquello que va describiendo. “La marca en la pared”, un relato escrito y publicado en julio de 1917, es uno de mis predilectos.
Ninguno de estos autores o autoras, me parecen ni malditos, ni locos, por lo menos en su forma de expresar, de definir. En unos he profundizado más, en otros estoy en ello, pero cuando vas conociéndolos, te das cuentas, que en el fondo, tal vez desde ese submundo, desde esa otra dimensión en la que sus mentes vivían y se expresaban, sea el motivo por el que hoy, los que leemos sus obras, podamos disfrutar de tanta y tan buena literatura.
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