Dijo Víctor Hugo: "El infierno está todo en esta palabra, -soledad-."
La historia que aquí se nos narra es el vivo ejemplo de ello. Con una rica prosa narrativa, Julio Llamazares nos relata, no sólo la última noche de Andrés de Casa Sosas, sino, la historia de un pueblo abandonado del pirineo aragonés, del cual el protagonista es el único habitante, junto con su fiel y dócil perra. La paulatina despoblación de Ainielle y el suicidio de su esposa, Sabina, abocarán al personaje a un infierno de soledad, desidia, enfermedad, alucinación y locura. El autor convierte a Andrés o sólo en narrador omnisciente, en primera persona, de su propia vida, sino en la memoria de Ainielle.
Se hacen, por momentos, tal vez muy repetitivos los conceptos, los recuerdos, los sentimientos, los miedos del protagonista. Pero pienso que es una forma de darnos a conocer las diferentes fases anímicas y a su vez, degenerativas por las que, Andrés, va pasando hasta llegar al delirio, a la locura, provocada por los años de soledad. -La lluvia amarilla- está construida mediante la técnica del flash-back, creando así un encadenamiento entre el pasado y el presente.
Toma relevancia, a lo largo del desarrollo de la novela, un elemento tan simple como es -una cuerda-. La cuerda con la que se suicidó, Sabina. Simboliza, desde mi punto de vista, el único nexo, entre su esposa, su recuerdo, su presencia y su ausencia.
La naturaleza, también juega un papel preponderante en esta novela. Porque es ésta, la que lenta e inexorablemente, se va a adueñando del pueblo; cubriéndolo de maleza, de zarzas. Deja las tierras yermas y torna el paisaje agreste.
Pero si algo me ha cautivado, sobremanera, de esta novela, no apta para depresivos, es su maravillosa técnica metafórica. Probablemente, porque es una de las que más me gusta a la hora de escribir. En este caso, el color amarillo se adueña de la narración y le sirve al autor para situar y describir tanto, temporal como física y emocionalmente al protagonista. La soledad, la tristeza, la locura, la muerte o los efectos del paso del tiempo, tanto en el protagonista como en el pueblo; se tiñen aquí de un color -amarillo-.
La situación de abandono y despoblación que Llamazares describe en -Ainielle-, no es ni más ni menos, que la que sufren otros muchos pueblos del pirineo oscense. Pueblos fantasmas. Supervivientes pétreos del pasado, y protagonistas silentes del presente.
Es uno de los libros que más me ha gustado de cuantos he leído en los últimos meses. Y el tercero, que llevamos, este año, en nuestro club de lectura, -El Sembrador de Palabras-. También el primero que ha llegado a mis manos, de este autor. Es una novela que te hace pensar, recapacitar, meditar. Los libros me gustan así. Que den pie para un estudio más en profundidad, y así poder comprender mejor todo aquello que su autor quiere transmitirnos.
La LLuvia amarilla.
Autor: Julio Llamazares.
Editorial: Seix Barral.
Esa portada, pertenece a la edición de bolsillo, publicada por booket, perteneciente al grupo -Seix Barral-.
La historia que aquí se nos narra es el vivo ejemplo de ello. Con una rica prosa narrativa, Julio Llamazares nos relata, no sólo la última noche de Andrés de Casa Sosas, sino, la historia de un pueblo abandonado del pirineo aragonés, del cual el protagonista es el único habitante, junto con su fiel y dócil perra. La paulatina despoblación de Ainielle y el suicidio de su esposa, Sabina, abocarán al personaje a un infierno de soledad, desidia, enfermedad, alucinación y locura. El autor convierte a Andrés o sólo en narrador omnisciente, en primera persona, de su propia vida, sino en la memoria de Ainielle.
Se hacen, por momentos, tal vez muy repetitivos los conceptos, los recuerdos, los sentimientos, los miedos del protagonista. Pero pienso que es una forma de darnos a conocer las diferentes fases anímicas y a su vez, degenerativas por las que, Andrés, va pasando hasta llegar al delirio, a la locura, provocada por los años de soledad. -La lluvia amarilla- está construida mediante la técnica del flash-back, creando así un encadenamiento entre el pasado y el presente.
Toma relevancia, a lo largo del desarrollo de la novela, un elemento tan simple como es -una cuerda-. La cuerda con la que se suicidó, Sabina. Simboliza, desde mi punto de vista, el único nexo, entre su esposa, su recuerdo, su presencia y su ausencia.
La naturaleza, también juega un papel preponderante en esta novela. Porque es ésta, la que lenta e inexorablemente, se va a adueñando del pueblo; cubriéndolo de maleza, de zarzas. Deja las tierras yermas y torna el paisaje agreste.
Pero si algo me ha cautivado, sobremanera, de esta novela, no apta para depresivos, es su maravillosa técnica metafórica. Probablemente, porque es una de las que más me gusta a la hora de escribir. En este caso, el color amarillo se adueña de la narración y le sirve al autor para situar y describir tanto, temporal como física y emocionalmente al protagonista. La soledad, la tristeza, la locura, la muerte o los efectos del paso del tiempo, tanto en el protagonista como en el pueblo; se tiñen aquí de un color -amarillo-.
La situación de abandono y despoblación que Llamazares describe en -Ainielle-, no es ni más ni menos, que la que sufren otros muchos pueblos del pirineo oscense. Pueblos fantasmas. Supervivientes pétreos del pasado, y protagonistas silentes del presente.
Es uno de los libros que más me ha gustado de cuantos he leído en los últimos meses. Y el tercero, que llevamos, este año, en nuestro club de lectura, -El Sembrador de Palabras-. También el primero que ha llegado a mis manos, de este autor. Es una novela que te hace pensar, recapacitar, meditar. Los libros me gustan así. Que den pie para un estudio más en profundidad, y así poder comprender mejor todo aquello que su autor quiere transmitirnos.
La LLuvia amarilla.
Autor: Julio Llamazares.
Editorial: Seix Barral.
Esa portada, pertenece a la edición de bolsillo, publicada por booket, perteneciente al grupo -Seix Barral-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario