Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las
rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el
pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello
que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal
estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el
cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una
colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y
resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
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