Pintor estadounidense. Nació el 22 de julio de 1882 en Nyack, estado de Nueva York. Su obra marcó un hito en la historia del realismo americano pues logró plasmar en su arte esa sensibilidad particular del siglo XX en Estados Unidos, que se caracteriza por el aislamiento, la soledad y la melancolía. Permaneció al margen de las experimentaciones cubistas de franceses y españoles, pero sí le influyeron Diego Velázquez, Francisco de Goya, Honoré Daumier y Édouard Manet, cuya obra había conocido a través de sus profesores de Nueva York. Las pinturas de su primera época, como Le pavillon de flore (1909, Museo Whitney de Arte Americano, Nueva York), siguen una línea realista y muestran algunas de las características básicas que mantendría durante toda su carrera artística, composición basada en formas geométricas grandes y sencillas, áreas de color planas y utilización de elementos arquitectónicos para introducir en sus escenas fuertes líneas verticales, horizontales y diagonales. El modo sólido y directo de marcar formas y ángulos sobre el lienzo y la utilización resuelta de luces y sombras se mantienen dentro de la línea de su obra. Expresando siempre una atmósfera de aislamiento total y de soledad casi sobrecogedora. Aunque su obra se mantuvo al margen de las principales corrientes abstractas del siglo XX, su estilo simple y esquemático fue uno de los que influyó en la vuelta al arte figurativo posterior y en el Pop Art. Murió el 15 de mayo de 1967 en Nueva York.
A principios de este año 2008, la editorial –Lumen- publicó un libro escrito por el poeta canadiense –Mark Strand-. Fue editado originalmente en 1994. Es un ensayo en el que el autor hace un recorrido a través de una treintena de cuadros de Edward Hopper. Lo he leído. Es todo un lujo, un tesoro, y un deleite de libro. Es una delicada fusión de prosa poética y pintura.
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