Durante la época victoriana, las flores azules, particularmente, las rosas, simbolizaban, el misterio, la consecución de lo imposible. El color azul, es el color del cielo, y del mar, y se asocia con la estabilidad, y la profundidad. Representa la lealtad, la confianza, la inteligencia, y la verdad. Es un color, fuertemente ligado a la tranquilidad y la calma; pero fue, Novalis, quién inmortalizó el símbolo romántico de –la flor azul, un ejemplo a seguir para muchos poetas, al escribir la obra, -Enrique de Ofterdingen-, obra ésta inacabada, a raiz de la muerte de su autor, a la temprana edad de veintinueve años, enfermo de tuberculosis. Obra, que concluyó posteriormente L. Tieck, admirador y profundo conocedor de sus trabajos.

Esta obra, le valió a Novalis el calificativo, para la posteridad de “El hombre de la flor azul”. Quienes haya tenido el placer de leer esa obra poética, y si no lo han hecho, se la recomiendo, habrán tenido la oportunidad, de sumergirse en un mundo misterioso, porque el alma es así, un inmenso universo de incognitas.
Enrique de Ofterdingen: Colección –Letras universales-
Editorial: Cátedra.
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